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Júbilo y sabor Guadalupano


De distintas partes de la República Mexicana, cada año los fieles a la Virgen de Guadalupe preparan sus canastas de ricos alimentos para llegar a la basílica, llevan gran variedad de platillos y bebidas con las que se abastecen a lo largo del camino

 

Estas peregrinaciones se han vuelto populares desde que tuvo lugar la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe.

Una vez realizada la conquista se impuso doblegar las almas a la nueva religión. Se hizo necesaria la presencia de la madre del Dios cristiano, nueva advocación de Nonantzin, morena, cubierta con un manto estelar como los antiguos códices y un resplandor como el que todavía adornaba la cabeza de Quetzalcóatl.

Tras este sincretismo religioso esta el aspecto gastronómico en torno a la Guadalupana. Todas las Lupitas gozan en su día de mole, carnitas, chicharrón, cazuelas con deliciosos guisos de la cocina mexicana y de típicas bebidas.

A los alrededores de la Basílica de Guadalupe siempre han existido puestos, donde se venden todo tipo de antojitos y golosinas. Uno de estos, muy popular que distingue a La Villa son sus tradicionales gorditas de maíz envueltas en coloridos papeles de china.

Estos tradicionales antojos se elaboran con maíz, azúcar y bicarbonato, y se cuecen en unos comalitos especiales.

Antiguamente en el cerro del Tepeyac o Tepeyacac, así llamado desde la época prehispánica, se encontraban una gran variedad de cactus como nopales, tunas y diversos magueyes, así como romeritos, quelites, verdolagas y quintoniles.

Algunos peregrinos tenían la costumbre de cortar nopales, y en anafres que llevaban y carbón, los preparaban cocidos, con cebolla, chile, cilantro, orégano y rabanitos.

En la bajada del cerro desde hace muchos años se encuentran las señoras que venden quesadillas, tamales con una pieza de pollo y mole o salsa verde, atole y las tradicionales gorditas de chicharrón prensado.

Algunos de los peregrinos acostumbran traer dulces de sus regiones y frutas de temporada como limas y naranjas en su morral, para aguantar la gran jornada.

Y en esta travesía por el Tepeyac no pueden faltar las tradicionales anforitas o garrafas, bien dotadas de tequila, sotol, mezcal, charanda o aguardiente. Los más regionales cargan su guaje con pulque o aguamiel para la sed.

Los peregrinos que vienen en camiones cargan el comal, el brasero y las ollas de barro para el buen café.


Entre ellos suelen intercambiar sus productos o algún taco de guisado cuando vienen de distintas regiones del país.

Es una de las mayores fiestas del catolicismo mexicano. Todos se entusiasman del mismo modo, poseídos van cada 12 de diciembre a La Villa a rezar a la virgen, a comer chito (carne de caballo seca) con salsa borracha en el venturoso cerro del Tepeyac.

Hay quien no se pierde de beber el embriagante néctar blanco de los llanos de Apam y a abandonarse después a furores sagrados de la Guadalupana, así lo narra el escritor Ignacio Manuel Altamirano, en el libro Memoria y Encuentros: La Ciudad de México y el Distrito Federal (1824-1928).

Las pulquerías se ponen de fiesta, ya que cada una de ellas cuenta con una imagen de la Virgen de Guadalupe y festejan ese día. Estos lugares de gozo son tradicionalmente adornados con papel picado, serpentinas, aserrín pintado de colores en el piso y globos. Antiguamente se realizaban rifas y se daba mole con pollo, chicharrón en salsa verde, carnitas o pozole.

Uno de estos recintos que mantiene la tradición en la Ciudad de México es La Hija de los Apaches, ubicada en Doctor Claudio Bernard 149, Col. Doctores, que elabora los tradicionales curados de piñón e higo. Su propietario es Epifanio Leyva, apodado "El Pifas", quien sigue la tradicional fiesta del 12 de diciembre. 

Otro de los lugares emblemáticos de la Ciudad que celebra con alegría y regocijo a la Virgen de Guadalupe, es la colonia Tlaxpana, mejor conocida como el barrio de Santa Julia. Aquí, desde los años 50, se monta un altar a la Virgen en cada una de sus calles, motivo para elaborar una gran comida con mole, arroz, pozole, tostadas, tamales, atole, buñuelos y ponches con piquete.

No puede faltar el taco de acotziles o de charales asados con guacamole; las gorditas de maíz azul rellenas de haba y cubiertas de nopales, queso, cilantro, cebolla picada y salsa roja; la tradicional ensalada de habas, el consomé de barbacoa  y el rico mole poblano.


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