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La Casa de los Azulejos, una rica e histórica tradición

Un lugar de regocijo y tradición, que data de 1903. La Casa de los Azulejos es uno de los lugares emblemáticos que ya desde sus inicios ofrecía sundaes, banana splits, favoritos del entonces presidente de México Porfirio Díaz y su esposa.


Fue Walter Henry Sanborn, un químico farmacéutico que a la edad de 22 años, recién graduado de la Universidad Berkeley, en California, acudió a México para abrir una droguería, ya que los comentarios en ese tiempo en Estados Unidos era del buen trato que se le daba a los extranjeros y no dudo en venir a establecerse.

El negocio fue creciendo rápidamente y se tuvo que ampliar el local con una fuente de sodas, la primera de la capital. Al paso del tiempo ya eran dos sucursales en la calle de Madero (antes San Francisco).

Tres años más tarde en 1919 se cerraron los tres negocios y se abre uno solo en la “La Casa de los Azulejos”, una vieja casona que fue propiedad de la quinta condesa del Valle de Orizaba, quien reconstruyó el inmueble y recubrió la fachada con azulejos policromos, con el fin de darle un toque de distinción tanto económica como nobiliaria y convirtiéndola en todo un palacio, joya del barroco mexicano de principios del siglo XVIII.

Para 1881 en la planta alta se instala el Jockey Club, lugar en el que en 1914 los porfiristas brindaron un banquete a Victoriano Huerta, para celebrar el asesinato de Francisco I. Madero, después de la Decena Trágica.

El Jockey Club fue un lugar de gran importancia gastronómica en la Ciudad de México para la gran sociedad de la época porfirista. En este lugar se vivieron años de esplendor europeo, modas, fiestas y evolución gastronómica.

Grandes personalidades del mundo artístico y político han ocupado sus mesas y disfrutados de sus más suculentos platillos. Entre las estrellas que han pasado por esta legendaria casona esta el artista hollywoodense Gary Cooper, la escritora Guadalupe Loaeza, Carlos Monsiváis, el escritor Fernando Benítez, Octavio Paz, Andrés Henestrosa, Libertad Lamarque y Sara García, entre otros.

También visitaba La Casa de los Azulejos, la actriz María Felix, quien disfrutaba del rico café y las enchiladas suizas, así como de la línea de chocolates, que ahí se elaboran desde los años 20´s, un chocolate artesanal, creaciones de un hombre de color llamado Owen. Actualmente la tienda ofrece cerca de 80 variedades de chocolates y las clásicas cajas con una rica selección.

Su legendaria barra y sus muros guardan murmullos revolucionarios y algunos románticos con el paso de poetas de la época porfirista, como Manuel Gutiérrez Nájera o la tropa zapatista que a su paso por la Ciudad aprovecharon para tomar café y pan de dulce en el Sanborns de Madero, cuando Villa y Zapata hicieron su entrada triunfal en la ciudad en 1916.

Al paso del tiempo La Casa de los Azulejos se fue convirtiendo en uno de los restaurantes favoritos del Centro Histórico, ya que nadie podía despreciar sus sundaes y las banana splits, así como el café y el pan hecho en casa, ya que durante la década de los 1920 define el concepto que lo distingue hasta ahora. Con el paso del tiempo incluyeron otros platillos como los molletes, las enchiladas suizas o el squash, una refrescante receta de 1920, que lleva fresas, piña, jarabe de cereza y hielo frappé.

Quien no ha probado un cafecito acompañado con una piedra de nuez o una rebanada de pastel de moka o el de crema con fresas. Actualmente año con año los mejores chefs de la Ciudad de México, participan en un festival gastronómico, entre ellos destacan Alicia Gironella, Ricardo Muñoz Zurita, Mónica Patiño, Patricia Quintana, Benito Molina, Margarita Salinas, Lula Martín del Campo, Federico López, Martha Ortiz, entre otros.

Y para darle un toque más elegante al servicio del restaurante Frank Sanborn a principios del siglo pasado, adquiere una vajilla de porcelana inglesa llamada Blue Willow Pattern de origen chino, con los colores azul y blanco para hacer juego con la casa.

Según la historia la vajilla en su decoración encierra una leyenda de amor de una pareja que se conocen en un jardín, en el que más tarde se ven a escondidas y cuando son descubiertos por el padre de la doncella, amenaza de muerte al chino y enseguida ella es encerrada en una casa que construye su padre con una barda que la resguarda, la cual es el filo de los platos. La casa en la que fue encerrada y la balsa donde huyeron se encuentran al centro del plato.

Al final el hombre con la que la había comprometido su padre los encuentra y mata al amado de la doncella, ella enloquece y se da muerte incendiando la casa y los dioses de tristeza las dos almas las convierten en dos aves para unirlos por siempre y son las dos aves que se encuentran en la parte superior del plato dándose un beso.


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